Cuando Andrea emprende la redacción de este libro en mayo de 1991, aquejada de un cáncer generalizado, sabe que no le quedan más que cuatro meses de vida. Cinco meses antes ya había tomado su decisión: "Finalmente he mandado toda la quimio, presente y futura, al carajo, ¡basta! Harán sus pequeños manoseos experimentales sin mí". Frente a esta desposesión absoluta que es la muerte retornó el hilo de los rechazos que habían determinado su vida: "...había huido de tantos encierros, antes de nada, del trabajo asalariado. Durante quince años, fuera de la ley, había escapado a la cárcel, pero no a la enfermedad"